viernes, 11 de febrero de 2011

Estar cerca

Por Alejandro Rozitchner
¿Qué es la intimidad? La cercanía o intimidad es una realidad clave para la salud mental y la posibilidad de que una persona sienta que la vida merece ser vivida. Irvin Yalom, psicoterapeuta norteamericano, autor de muchos libros geniales ("El día que Nietzsche lloró", entre otros), explica que cuando una persona llega al consultorio de un psicólogo lo hace llevado por la desesperación, y que esta tiene un único motivo fundamental: la incapacidad de vivir relaciones de intimidad satisfactorias.
¿Intimidad? Cercanía, contacto, afecto, interés, amor, zona de calidez compartida, de comprensión, humor, espontaneidad y autenticidad. Allí somos quienes somos y otros significativos, que también son quienes son, comparten nuestras emociones.
Es más claro decir "cercanía" que decir "intimidad", resulta una versión más comprensible y concreta, aunque se trate de lo mismo. El otro extremo vendría a ser el de la soledad, es decir, la experiencia de quien no encuentra en su horizonte cercano presencias que se interesen por ella o frente a las que ella misma sienta interés.
Tal vez lo primero que hay que tener en claro es que no se trata de suerte, ni de encontrar la persona adecuada. Cada uno es responsable de su situación (hizo lo que pudo, lo que supo o lo que quiso, pero lo hizo). Es decir, las dificultades para lograr la cercanía no tienen que ver con el otro, sino básicamente con uno mismo. Sí, el otro puede fallar, por ejemplo mostrando un interés falso, que no siente, o escapando en determinado momento. Pero es uno el que seleccionó a ese otro entre muchos otros posibles. Hay personas, lo sabemos de sobra, que gustan de buscar cercanía con otros incapaces de responderles, con lo que podríamos concluir que son personas que no desean tanto el contacto sino establecerse en una zona de sufrimiento y frustración. Se trata de personas, o de momentos en la vida, que tienden hacia imposibles, que encuentran más sentido y satisfacción en ese sufrimiento que en las felicidades posibles. Son estados patológicos, pero muy frecuentes.
No se trata entonces de que aparezca el otro que sea capaz de querernos, sino de que seamos capaces de querer y ser queridos. Una premisa fundamental del amor es su reciprocidad. Amor que no es recíproco no es amor. Es cierto que no cualquiera nos viene bien (no es verosímil que cualquier cercanía nos dé lo mismo), pero la variable principal para que la felicidad del encuentro sea posible es la capacidad que uno tiene de estar cerca de otro. Y ésa es también la clave para que el deseo de tener el amor de alguien llegue a buen puerto: lograr intimidad, cercanía, comunicarse profunda y sentidamente. La intimidad de los cuerpos cae como fruta madura y lógica cuando la intimidad de la comunicación y el entendimiento se han establecido.
¿Cómo lograrlo?
» No ocultarse. Es imposible establecer intimidad si uno teme decir lo que siente y lo que piensa. Puede hacerse en forma gradual, pero lo que no puede hacerse es creer que si uno se muestra tal cual es el otro saldrá corriendo. Si eso pasa, que corra, ¿para qué queremos cerca alguien frente al que vamos a tener necesidad de fingir? Sucede esto cuando uno aún no se ha validado a sí mismo, y se siente fallado. Pero así no se puede.
» No temer al proceso. La intimidad se desarrolla siempre en una serie de pasos, pasos en la cercanía a una persona o pasos en la cercanía con distintas personas, que nos hacen poder relacionarnos cada vez con mayor cercanía. Porque la intimidad es un logro, una construcción, algo que cada persona tiene que ir desplegando en su vida y adecuando a sus evoluciones personales.
» Escuchar al otro, recibir, pero no basándonos en una moralidad que reconoce la bondad de ser receptivo, sino sintiendo el placer y el gusto de esa recepción. Claro, no pasa siempre, ni con cualquiera, pero es bueno saber que en una relación siempre hay más de uno, y también saber que no hay que hacer esfuerzos para recibir al que no nos interesa recibir: oír tiene que ser parte de la sensualidad del contacto. Si no, no sirve.
» Conocerse a sí mismo. Sí, se trata de ser auténtico y de mostrarse como uno es. Sin embargo, ¿es uno capaz de verse a sí mismo con claridad, de captar sus emociones profundas, de reconocerlas y aceptarlas? Muchas veces falla este registro fundamental, y lo que vemos en la frustración de nuestras relaciones no es más que una falla en este espejo propio. Conocerse a sí mismo es algo que toma una vida, pero que abre las puertas de mil posibilidades que de otra forma no veríamos.


Alejandro Rozitchner es escritor, filósofo y novelista, trabaja como inspirational speaker y es asesor de la Secretaría General del Gobierno de la Ciudad.

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