domingo, 9 de octubre de 2011

El silencio de los hombres

Es sabido que nosotros, los hombres de este mundo, usamos la palabra y manifestamos  nuestros  estados anímicos de manera diferente a las mujeres, y que, a la hora de expresar sentimientos, podemos ser muy parcos y silenciosos o dar cuenta de lo que nos sucede a través de acciones, más que con palabras En rigor de verdad, lo antedicho no significa que sintamos menos que las damas que nos acompañan en este tránsito por la vida. Ellas saben compartir con detenimiento cada rasgo del sentir que las habita allí en el corazón, mientras que lo de los varones va por otro lado ... pero va.
Es que, en general, los varones vinculamos la entrega emocional a nuestra acción y nuestros logros en el mundo de "afuera". "Eso" para nosotros es amar: trabajar, llevar el pan a casa, ofrecer amparo frente a los peligros, que a nuestra mujer y nuestros hijos "no les falte nada", conseguir que los chicos puedan llegar a la facultad y progresar en la vida. Es un amor, si se quiere, funcional en ciertos niveles, que no implica siempre decir "te quiero" o adentrarse en la palabra que escriba los detalles del alma propia o ajena. En realidad, para los del gremio masculino, en muchos casos, el "alma" está allí, en la acción, y así se vive la cosa.
Los hombres no abandonamos el terreno de la palabra. Sólo que la usamos de otra manera, con otros tiempos, con otros objetivos, en otras geografías del alma. Por otro lado, la palabra cobra una sustancia singular cuando la acompaña el silencio, el cual, a diferencia de lo que suele creerse en la cotidianidad de las parejas, no es signo de desamor sino, sin duda, un elemento que por lo general da cuenta del deseo de aire y espacio, un mensaje, que  lamentablemente, se confunde muchas veces con ausencia de amor, sobre todo, cuando la inseguridad invadió el territorio de las parejas.
Deje usted, señora, que su marido habite el silencio sin ponerse nerviosa, y habrá bastantes probabilidades de que ese señor que la acompaña en la vida vuelva de ese silencio una vez que, gracias a ese callar, se le hayan juntado el cuerpo y el alma, y esté dispuesto al encuentro, sin miedo a perderse a sí mismo en un encierro emocional asfixiante.
Para el caso, vale entender que intimidad no es intercambio de información. Es algo más que palabras que van y vienen. Si se me permite, es un estado de comunión emocional y espiritual que se genera desde lo inefable y que tiene que ver con los puentes que sólo el amor habilita.
La comunión, que es mucho más plena que la comunicación, tiene más que ver más con la música que con la prosa. Es un juego en el que el silencio es tan esencial como el diccionario todo. Es más danza que declaración.
Las palabras cobran una dimensión musical cuando se dicen en ese estado de comunión que, obviamente, no es perpetuo, pero hace que las parejas se sepan unidas aun cuando la vorágine laboral, la aridez de lo cotidiano, los chispazos del desencuentro y las cuentas del supermercado hagan de las suyas en este mundo complicado. El silencio de los hombres es un decir. No es la "nada", sino que es un "algo" difícil de descifrar para las mujeres, con tan diferentes características.
Su significado se descifra en lo que irradia más que en la decodificación literal. A veces, es un desierto y significa fría lejanía, pero otras, es sólo el lugar en donde el alma masculina toma fuerzas para volver al ruedo a fin de ofrecer lo que tenga para ofrecer, en el complejo y apasionante mundo de los afectos

Miguel Espeche.
 Es psicólogo
y coordinador del Programa de
Salud Mental Sarrial del Hospital
Ignacio Pirovano, de la CASA, en
el Queorganizan talleres de apoyo
para distintas problemáticas.
Es autor de los libros Penas de
amar y Criar sin miedo.

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