domingo, 1 de mayo de 2011

El aullido: la resurrección de la Mujer Salvaje

La Loba


Hay una vieja que vive en un escondrijo del alma que todos conocen pero
muy pocos han visto. Como en los cuentos de hadas de la Europa del este, la vieja
espera que los que se han extraviado, los caminantes y los buscadores acudan
a verla.
Es circunspecta, a menudo peluda y siempre gorda, y, por encima de todo,
desea evitar cualquier clase de compañía. Cacarea como las gallinas, canta como
las aves y por regla general emite más sonidos animales que humanos.
Podría decir que vive entre las desgastadas laderas de granito del territorio
indio de Tarahumara. O que está enterrada en las afueras de Phoenix en las inmediaciones
de un pozo. Quizá la podríamos ver viajando al sur hacia Monte Albán
3 en un viejo cacharro con el cristal trasero roto por un disparo. O esperando
al borde de la autovía cerca de El Paso o desplazándose con unos camioneros a
Morella, México, o dirigiéndose al mercado de Oaxaca, cargada con unos haces de
leña integrados por ramas de extrañas formas. Se la conoce con distintos nombres:
La Huesera, La Trapera y La Loba.
La única tarea de La Loba consiste en recoger huesos. Recoge y conserva
sobre todo lo que corre peligro de perderse. Su cueva está llena de huesos de todas
las criaturas del desierto: venados, serpientes de cascabel, cuervos. Pero su
especialidad son los lobos.
Se arrastra, trepa y recorre las montañas y los arroyos en busca de huesos
de lobo y, cuando ha juntado un esqueleto entero, cuando el último hueso está
en su sitio y tiene ante sus ojos la hermosa escultura blanca de la criatura, se
sienta junto al fuego y piensa qué canción va a cantar.
Cuando ya lo ha decidido, se sitúa al lado de la criatura, levanta los brazos
sobre ella y se pone a cantar. Entonces los huesos de las costillas y los huesos de
las patas del lobo se cubren de carne y a la criatura le crece el pelo. La Loba canta
un poco más y la criatura cobra vida y su fuerte y peluda cola se curva hacia
arriba.
La Loba sigue cantando y la criatura lobuna empieza a respirar.
La Loba canta con tal intensidad que el suelo del desierto se estremece y,
mientras ella canta, el lobo abre los ojos, pega un brinco y escapa corriendo cañón
abajo.
En algún momento de su carrera, debido a la velocidad o a su chapoteo en
el agua del arroyo que está cruzando, a un rayo de sol o a un rayo de luna que le
ilumina directamente el costado, el lobo se transforma de repente en una mujer
que corre libremente hacia el horizonte, riéndose a carcajadas.
Recuerda que, si te adentras en el desierto y está a punto de ponerse el sol
y quizá te has extraviado un poquito y te sientes cansada, estás de suerte, pues
bien pudiera ser que le cayeras en gracia a La Loba y ella te enseñara una cosa...
una cosa del alma.
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C l a r i s s a P i n k o l a E s t é s
M u j e r e s  q u e  c o r r e n  c o n  l o s  l o b o s  
Pág. 26-27                                 

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